«Estaba ahí durante años con la incertidumbre si el siguiente mes iba a tener trabajo pero estaba feliz de hacer lo que me gustaba hacer».
Sergio Pucci
Fotógrafo
Costa Rica Aérea
Su vida se vio marcada desde niño por seguir sus impulsos, específicamente cuando se trataba de escaparse por una ventana en la búsqueda incansable de ranas para llevarlas consigo a casa, una etapa en la que sin saberlo estaba sembrando una semilla para lo que sería uno de los regalos más grandes que le dio la vida.
Heredó el amor por la naturaleza de su padre, y desde sus 8 años era un niño aventurero que disfrutaba de fines de semana paseando en la montaña en donde descubrió su verdadera pasión.
Los estudios no despertaban aquel interés como lo hacía la naturaleza y lo llevaron a ser un mal estudiante, malas calificaciones que solo traía problemas y algún tipo de decepción específicamente de su padre; traducido en regaños en su casa y en la escuela, algo que forjó en él una inseguridad que hasta el día de hoy lo acompaña.
Además no tenía amigos, era el “raro” de su escuela, sufría de insultos y bullying; recuerda que en algunas ocasiones lo escupieron cuando buscaba ranitas en los escombros de la escuela y hasta le patearon el vaso en el que guardaba las ranitas para llevarlas a casa, cuando él lo único que realmente hacía era conectarse con su verdadera pasión.
A duras penas logró finalizar la secundaria y como comodín optó por estudiar Administración de Empresas en la universidad pues no sabía realmente qué quería; resultado 5 años de insatisfacción. Lo que en verdad amaba era la fotografía pero hace 20 años era impensable vivir de ello.
Se fue a Barcelona a estudiar fotografía para ganar tiempo y buscar su rumbo sin embargo estando allá se deprimió porque tenía su vida de frente y no sabía qué hacer con ella. Al poco tiempo regresó sin ni siquiera un título porque gastó la plata anticipadamente.
El día que cambió su vida fue en una exposición en el Museo de Oro cuando la entonces gerente le preguntó “¿y vos que hacés?”, a lo que él respondió: “soy fotógrafo”, que era lo que deseaba pero estaba lejos de serlo pues ni trabajo tenía.
Gracias a aventurarse con esa respuesta logró su primera contratación, y así recibió llamadas de empresas como el Teleférico del Braulio Carrillo para contratarlo como fotógrafo. Pasó así años con la incertidumbre si el siguiente mes iba a tener trabajo pero estaba feliz de hacer lo que le apasionaba.
Allí fue cuando se abrió una ventana en donde la vida le dijo “usted quería ser fotógrafo, aquí está”; y así agradece que a pesar del miedo siguió sus impulsos que lo tienen donde está hoy en día.
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